The Dark Prince-1

En una opulenta mansión sobre una colina, vivía Germán, un hombre de treinta y cinco años, cuya fortuna y atractivo físico eran la envidia de muchos. Desde joven, Germán había sido un hombre dedicado a los negocios y al disfrute sin límites, rodeado por una legión de admiradoras y amantes. Sin embargo, bajo esa apariencia perfecta, se ocultaba un corazón endurecido y una crueldad que no tenía reparos en mostrar. Germán había conocido el amor solo una vez en su vida, cuando se casó con Sofía. Pero ese amor se había desvanecido abruptamente cuando ella murió al dar a luz a su único hijo, Adrián. En vez de asumir su papel como padre, Germán se sumergió aún más en sus negocios, haciendo crecer su fortuna y su ego, y dejando a Adrián en un segundo plano. Adrián, ahora de catorce años, era físicamente frágil, un amante de los libros y de la ciencia, completamente opuesto a la imagen que su padre deseaba. Germán lo despreciaba abiertamente, llamándolo "débil" y "perdedor". Lo que Germán no sabía era que Adrián padecía una enfermedad terminal, una condición que poco a poco devoraba sus fuerzas. Sin embargo, el joven jamás se quejaba, soportando en silencio tanto su dolor físico como el emocional causado por su padre. Un día, Adrián, cansado de vivir en aquel infierno, decidió enfrentarse a Germán. Lo que comenzó como una discusión pronto escaló a gritos. La tensión y el estrés provocaron en Adrián una crisis tan severa que perdió el conocimiento. Por primera vez, Germán sintió un atisbo de culpa. Con Adrián inconsciente en sus brazos, lo llevó desesperado al hospital. Fue allí donde la cruel realidad lo golpeó: su hijo estaba muriendo. La noticia lo devastó. Por primera vez, el poderoso Germán sintió impotencia y remordimiento. Sinceramente arrepentido, le pidió perdón a Adrián cuando recobró el conocimiento. Adrián, con su bondad innata, perdonó a su padre. Tres semanas después, en un intento de recuperar el tiempo perdido, padre e hijo pasaron un día de campo juntos. Pero una nueva crisis aquejó a Adrián esa tarde. Germán, aterrorizado, lo llevó de vuelta a su mansión, jurando que haría cualquier cosa para salvarlo. En su desesperación, exclamó: "Vendería mi alma y cualquier cosa para que mi hijo sobreviva y me ame." De repente, una figura oscura emergió de las sombras. Satanás se presentó ante Germán y le ofreció un pacto: "Tu hijo vivirá sano y salvo, pero a cambio, tú serás mi instrumento en la Tierra. Serás el anticristo. No conocerás caridad, humildad ni amor. Usarás tu poder para dominar el mundo y tu hijo será el único ser que amarás. Pero tu amor será posesivo y egoísta. Cualquiera que intente acercarse a él será destruido." Sin titubear, cegado por el deseo de salvar a su hijo, Germán aceptó. El trato se selló, y el mal se encarnó en Germán. Al mirarse en el espejo, sus ojos reflejaron la oscuridad que ahora habitaba en su alma. "Este mundo será nuestro," murmuró, refiriéndose a él y a Adrián. Al regresar a la habitación de su hijo y verlo descansar, sintió una extraña mezcla de triunfo y posesividad. "Cumplí mi promesa, pequeño. Vivirás. Ahora, dedicaremos nuestro tiempo juntos a planear cómo dominaremos el mundo." Esa noche, mientras exploraba la habitación de Adrián, Germán encontró una carta de amor destinada a su hijo. Un furioso y enfermizo celo lo invadió. Averiguó quién había escrito la carta y, sin remordimiento alguno, asesinó al enamorado de Adrián, murmurando: "Nunca permitiré que nadie me quite lo que es mío." Los días siguientes trajeron la milagrosa recuperación de Adrián. Sin embargo, él notó el cambio en su padre, cuya devoción ahora rayaba en la obsesión. Pronto, Germán comenzó a hablar de sus planes de dominación mundial, dejando claros signos de su alianza con las fuerzas infernales. Adrián, al descubrir la verdad, quiso huir, pero Germán lo atrapó en el acto. "No me abandonarás," gritó furioso, comenzando a golpearlo con un cinturón. Al ver a su hijo herido y casi inconsciente, Germán usó sus oscuros poderes para curar las heridas. "Perdóname, hijo," dijo mientras lo abrazaba posesivamente, "pero no soportaría que me dejases. Eres mío y solo mío." Germán, ahora un ser demoníaco y malvado, estaba consumido por su deseo de dominación. Pero en su oscuro corazón, Adrián permanecía como su única debilidad. Emprendería una campaña de terror y control, y destruiría a cualquiera que intentara interponerse entre él y su pequeño príncipe. Así, con amor egoísta y una voluntad infernal, Germán se preparaba para enfrentar al mundo, determinado a moldearlo a su imagen y semejanza, mientras Adrián, su prisionero, debía vivir con el peso del pacto que había salvado su vida, pero condenado su libertad.