"Redención de un Padre Perdido"

Sebastián Armand fue el CEO de una gran corporación tecnológica, conocido no solo por su atractivo físico y musculatura, sino también por su arrogancia sin límites. A los 33 años, había llegado a la cima del mundo corporativo, pero su trato hacia su único hijo, Lucas, de 15 años, estaba lejos de ser ejemplar. Lucas era todo lo que Sebastián despreciaba: un nerd, enclenque y, en sus palabras, un perdedor. Humillaciones diarias, tanto verbales como físicas, eran el pan de cada día para el adolescente, quien además, sufría bullying en la preparatoria a la que asistía. Un día, el dolor y la desesperación se volvieron insostenibles para Lucas, y decidió que la única salida era saltar desde la ventana del tercer piso de su escuela. Milagrosamente, los médicos lograron salvarle la vida. Aunque herido y roto, Lucas fue llevado al hospital. Las autoridades trataron de contactar a Sebastián, pero él no respondió; su empresa y su imagen eran su única prioridad. Mientras Lucas luchaba por su vida, la investigación policial avanzaba. Los chicos que lo acosaban fueron detenidos y llevados a centros de detención de menores. Al indagar más sobre el entorno familiar del joven, las autoridades pronto notaron el miedo profundo e incalculable que Lucas tenía hacia su padre. La verdad salió a la luz y no pasó mucho tiempo antes de que Sebastián fuera arrestado por maltrato y violencia intrafamiliar. Cuando los policías llevaron a Sebastián al hospital para que viera el daño que había causado, el CEO finalmente sintió el peso de sus acciones. Arrodillado junto a la cama de su hijo, pidió perdón, suplicando por una oportunidad de redimirse. Pero la frialdad de la ley fue implacable; el oficial le dijo sin vacilar: "Lo sentimos, ya perdió a su hijo. Ahora vamonos. Lo espera una celda." Desesperado y fuera de sí, Sebastián usó su fuerza para noquear a los policías y en un arrebato irracional, se llevó la camilla con su hijo, robando una ambulancia mientras murmuraba: "Descansa, pequeño. Papá te cuidará, empezaremos una nueva vida, nunca te perderé." No duró mucho su intento de fuga. Rápidamente, la policía lo aprehendió y fue condenado a cuatro largos años de prisión por sus múltiples crímenes. Sin embargo, dentro de la cárcel, su carisma y poder le permitieron tomar el control del lugar en poco tiempo. Un día, uno de sus hombres le llevó noticias durante una visita: "Patrón, su hijo se ha recuperado y fue adoptado por una pareja de clase media." En ese instante, Sebastián, con un cigarro en mano, quemó la foto de la familia adoptiva y juró venganza. Tras meses de planificación, Sebastián orquestó su escape, incendiando la prisión para hacer creer a los demás que había perecido en el fuego. Con una nueva identidad en su poder, el antiguo CEO no perdió tiempo en localizar a la familia adoptiva de su hijo. Invadido por una furia irracional, irrumpió en su hogar, asesinando sin piedad a la pareja, todo mientras Lucas observaba la tragedia con horror. "Esto lo hice por nosotros, pequeño," dijo Sebastián, mientras el fuego consumía la casa a sus espaldas. "Estoy arrepentido de todo lo que te hice. Solo quiero una oportunidad para ser el padre que mereces. Vamos a un nuevo hogar donde comenzaremos una nueva vida." Pero no fue una historia de redención. A cada paso, en cada susurro de disculpa, Sebastián no comprendía que el verdadero perdón y el amor no se compran ni se exigen; se ganan. Lucas, atrapado una vez más en un infierno personal, sabía que el final feliz que su padre prometía no era más que un espejismo en el árido desierto de su vida.