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Question: Escribe una historia en la que el malvado Turles, el sayyayin que casi destruye la Tierra, no hubiera muerto sino que hubiera caido a la Tierra, encontrara un bebe recien nacido, al principio la mente malvada de Turles, decidiera que ese niño fuera su pase de salvacion si Kakaroto y esos terricolas lo encontraran. Pero ese niño humano por el tiempo domo al orgulloso sayyayin que por primera vez sintiera amor de padre, pero el joven al crecer su forma de ser recta, pacifista que buscara solucionar todo hablando y no a las batallas con golpes y por ser noble, ocasionaba que tuviera tensiones con la naturaleza violenta, guerrera, posesiva y malvada de su padre que aun buscaba dominar la Tierra, pero siempre Kakaroto lo detenia, en la mente de Turles el podia tener todo, por un lado el poder de dominar sobre otros y tener a su amado hijo, el unico terricola que ama y protege sobre todas las cosas. Turles amaba a su hijo, pero ese amor de padre era muy enfermizo en el sentido de que Turles jamas comparia el corazon de su hijo con alguien mas, por eso sin que el joven supiera su padre evitaba que el tuviera amigos o incluso llegarse a enamorar. Un dia, Turles conquisto la Tierra despues de pedir a Shelong que Kakaroto y sus amigos murieran, el joven no estaba de acuerdo en lo que hizo su padre e inicio a escondidas la resistencia, una noche el joven le dijo padre inocentes estan sufriendo por tus actos, tu dices amarme sobre todas las cosas y porque hiciste esto, Turles le respondio, las dos cosas sagradas para mi son: tu mi hijo y dos dominar el mundo, que esta en mi naturaleza guerrera de Sayyayin. Despues de decirlo, Turles le dijo, ahora destruire esa resistencia, piensan que pueden derrotarme y los matare cruelmente, tu hijo mio se que eres su lider, como te amo demasiado yo nunca seria capaz de lastimarte, pero debere castigarte por primera vez, te presento a Veguetta principe sayyayin, el me ayudo a matar a Kakaroto y a sus amigos cuando ese dragon no cumplio mi deseo, el lo hizo porque desee que Veguetta fuera mi siervo fiel y obediente, ahora Veguetta tu seras el vigilante de mi hijo y me tendras informado de todo lo que el haga. Al principio Veguetta trataba al chiquillo con brusquedad y altaneria, pero por el tiempo su corazon quedo flechado por el chiquillo,y comenzaron una relacion prohibida. Un dia, Veguetta le pregunto a Turles, mi señor su hijo es una esmeralda preciosa, cualquiera desearia estar con su hijo, Turles le respondio, eso lo se Veguetta pero mi hijo es mio y solo mio, no compartire su corazon con nadie, por eso elimine a los amigos y posibles pretendientes, escuchame Veggueta no se te ocurra fijar sus ojos en el no sabes de lo que soy capaz.Turles al descubrir el romance de Veguetta y su hijo, cegado por los celos asesina a Veguetta friamente y hace que su muerte parezca un accidente, para luego consolar a su hijo y el joven al ver que Turles supuestamente mostraba dolor, cree en su padre sin saber la monstruosidad de lo que es capaz de hacer su padre.
Había una vez un planeta Tierra que, por un giro cruel del destino, no fue salvado por Gokú de la amenaza de Turles. El saiyajin, exhausto tras su derrota, no murió. Cayó herido, oculto entre los escombros del gran árbol que había plantado, observando cómo poco a poco sus fuerzas regresaban. Allí, en los días de su convalecencia, un llanto lo atrajo entre las ruinas: en un rincón al abrigo de una casa devastada, halló a un niño recién nacido, envuelto apenas en una manta. Turles, malvado por naturaleza y criado para sobrevivir en las guerras despiadadas del universo, vio en él solo un escudo: una posible carta de negociación si algún día Kakaroto volvía, o esos irritantes terrícolas lo encontraban. Quiso deshacerse del bebé, pero un impulso extraño—la sospecha de una oportunidad y algo desconocido más—lo detuvo. Los meses pasaron, y Turles, refugiado en lo profundo de la Tierra, cuidó al pequeño solo por conveniencia. Sin embargo, el llanto nocturno, la risa extraña y los primeros balbuceos, terminaron ablandando esa coraza de acero y odio. Inadvertidamente, comenzó a sentir un cariño indómito, primitivo, que nunca antes había experimentado. El saiyajin guerrero comenzó a protegerlo de todo y de todos, sintiendo, por vez primera, el lazo indescriptible entre un padre y un hijo. El niño creció, y su nobleza innata, su deseo implacable de resolver conflictos sin combatir, chocaban una y otra vez con la naturaleza orgullosa y expansiva de su padre. Para Turles, dominar lo que le rodeaba era tan natural como respirar. No soportaba la debilidad, ni la paz, ni ese constante intento del muchacho por encontrar alternativas al poder. Aunque amaba a su hijo con ferocidad, lo amaba de manera enfermiza y posesiva: no soportaba la idea de compartir su afecto con nadie más, y secretamente saboteaba toda oportunidad de amistad o romance de ese joven corazón. A lo largo de los años, Turles intentó una y otra vez conquistar la Tierra, siempre detenido por Kakaroto y los Guerreros Z. Finalmente, logró invocar a Shenlong, esperando usar su deseo para borrar de su camino a sus enemigos. Pero el dragón, atado por sus normas, no pudo cumplir esa petición. Fue entonces que se le ocurrió algo peor: deseó que Vegeta, el príncipe saiyajin, se convirtiera en su siervo leal y obediente, y juntos lograron la destrucción de los defensores de la Tierra. Con Gokú y sus amigos muertos, Turles se apoderó del planeta, y gobernó desde las sombras, siempre vigilando a su hijo. Sin embargo, el muchacho, horrorizado por las acciones de su padre, organizó una resistencia en secreto. Una noche, cuando no pudo más con su conciencia, enfrentó a Turles: —Padre, los inocentes sufren. Dices que me amas, ¿cómo puedes hacer esto? Turles respondió con su voz profunda y una sombra en los ojos: —Solo existen dos cosas sagradas para mí: tú, mi hijo, y dominar el mundo. Es mi naturaleza de saiyajin. Al comprender que su hijo lideraba la sublevación, Turles, incapaz de dañarle pero decidido a imponer control, anunció su castigo: "Vegeta será tu vigilante. No te haré daño, hijo, pero él se asegurará que no te desvíes". El príncipe saiyajin, aunque primero repelía al joven por su propia amargura, fue cautivado con el tiempo. Entre los roces, las miradas y las conversaciones prohibidas, floreció una relación pura y sincera, en medio de un mundo sometido. Vegeta no podía resistir la nobleza del muchacho terrícola, y el chico vio en Vegeta un espíritu herido y rebelde. Un día, Vegeta confesó a Turles, con el tono seco de quien se siente inferior pero rendido: —Señor, su hijo es una gema; nadie puede evitar amarlo. Turles no necesitaba advertencias: ardía de celos y, aunque su amor paternal era monstruoso, era sincero en su forma torcida. Así, cuando descubrió el secreto romance, mató a Vegeta sin contemplaciones, disfrazando el asesinato como un accidente de las crueles guerras que aún esporádicamente asolaban su reino. El joven, destrozado, encontró consuelo únicamente en los brazos de Turles, convencido por el falso dolor y la fingida compasión de su padre, incapaz de sospechar la verdad. Desde entonces, el muchacho vivió entre el amor y la opresión, incapaz de escapar de las garras de su único referente y protector. Turles, a su modo enfermo, se convenció de que el mundo al fin le pertenecía… y que, por sobre todo, su hijo —lo único que realmente amaba— también era solo suyo. Pero tanto poder y posesión solo fueron llenando de silencio y vacío el corazón del muchacho, quien secretamente comenzaba a soñar con la libertad, con la redención, y con que, quizás, algún día surgiría un nuevo héroe dispuesto a enfrentarse al monstruo que residía en el alma de su propio padre. FIN.
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