Chained Symphony

La vida de Juan siempre había sido una montaña rusa de tristeza y angustia que parecía interminable. Con tan solo 14 años, era un joven nerd, débil y considerado feo por los crueles estándares de su entorno. El bullying no se limitaba solo a sus compañeros de colegio; en casa, su propio padre, Carlos, exacerbaba su sufrimiento. Carlos, un modelo de 34 años, atractivo, musculoso, ególatra y narcisista, veía a su hijo como una vergüenza y no dudaba en dejar sus pensamientos claramente grabados en la mente de Juan mediante duras palabras y maltratos. Un día, Carlos, cansado de lo que él percibía como una carga en su vida de lujos, decidió deshacerse de su hijo de la manera más cruel: lo abandonó en un parque lejano, dejándolo solo y atemorizado. Juan, con lágrimas en los ojos, no entendía por qué su propio padre no podía amarlo. El destino quiso que esa misma noche, un hombre mayor que trabajaba como jardinero en una casa cercana encontró a Juan sollozando en un banco del parque. Gabriel, el jardinero, tenía un corazón de oro y, al ver al joven en ese estado, no dudó en ofrecerle ayuda. Con el tiempo, Gabriel no solo le dio un techo y comida, sino que también le ofreció el amor y el cariño de padre que tanto necesitaba. Pasaron los años, y Juan, bajo el amparo de Gabriel, creció y se convirtió en un joven inteligente y fuerte, dejando atrás las inseguridades de su infancia. Mientras tanto, Carlos, el padre de Juan, no era ajeno a las vueltas del destino. Su esposa, una mujer astuta y calculadora, lo estafó y robó todo lo que poseía, dejándolo en la ruina y abandonándolo a su suerte. Carlos pasó de ser un modelo exitoso a un mendigo en las calles. Un día, mientras vagabundeaba, se encontró con un joven apuesto y lleno de vida que reconoció inmediatamente como su hijo, Juan. Juan, a pesar de todo el odio contenido, no pudo evitar sentir compasión por el hombre que alguna vez quiso destruir su vida. Decidió llevar a Carlos a su casa y cuidarlo, aunque, para Juan, su verdadero padre siempre había sido Gabriel. Aun así, compartieron momentos juntos, y poco a poco Carlos comenzó a arrepentirse de todo el daño que le había hecho a su hijo. Sin embargo, esto solo hizo que el odio hacia Gabriel creciera en su corazón. Carlos, en un arrebato de celos y rabia, planeó deshacerse de quien creía que le había robado el amor de su hijo. Una noche, aprovechando que estaban solos, Carlos asesinó a Gabriel, ahorcándolo en el jardín donde tantas veces había trabajado. Al descubrir lo sucedido, Juan quedó devastado. Carlos, en su desesperación, ató a Juan y le gritó con locura: —¿Por qué no puedes amarme? ¡Yo soy tu padre! ¡Mate al usurpador y tú lloras su muerte! Nunca te dejaré ir. Eres mío y solo mío. Con el tiempo, Carlos recuperó su fortuna mediante medios oscuros y se llevó a su hijo a una nueva "prisión de oro", un lugar donde Juan nunca podría escapar. Bajo la apariencia de una vida de lujos, el joven se encontraba atrapado en una jaula dorada, sin poder despedirse de su verdadero padre, Gabriel. Carlos, dominado por una retorcida obsesión, nunca permitiría que Juan lo abandonara de nuevo.