CEO's Escape: Unbreakable Bond.

El CEO James Harrington, a sus 33 años, era el epítome de la perfección según los estándares superficiales de la sociedad. Con un físico esculpido por horas interminables en el gimnasio y una arrogancia que solo se compara con su narcisismo, James manejaba su empresa con mano de hierro. Para él, solo había una única forma de alcanzar el éxito: demostrar implacabilidad y fuerza en todo momento. Desafortunadamente, estas mismas expectativas las aplicaba a su hijo, Michael, de 15 años. Tímido, delgado y apasionado por la lectura y la tecnología, Michael era en muchos sentidos todo lo opuesto a su padre. Para James, su hijo solo era una constante decepción, una mancha en su inmaculada imagen de éxito. Los insultos y la violencia parecían ser los únicos métodos que conocía para intentar "endurecer" a su hijo, sin darse cuenta de que solo le hacía un daño irreparable. Las cosas en la escuela tampoco eran mejores para Michael. Los chicos populares veían en él un blanco fácil debido a su personalidad retraída, su físico débil y su amor por los estudios. Las agresiones se volvieron diarias, y cualquier amabilidad que Michael intentaba extender solo era recibida con burlas y humillaciones. Parecía que el mundo estaba decidido a aplastar su espíritu de la misma manera que lo hacía su padre. Un fatídico día, sin poder soportar más el peso del sufrimiento, Michael tomó una decisión desesperada. Se asomó por la ventana del tercer piso de su preparatoria y, con lágrimas en los ojos, se dejó caer. Poco después, los paramédicos llegaron y lograron mantenerlo con vida. Fue llevado de emergencia al hospital, donde se aferraba a la vida con todas sus fuerzas. Los médicos intentaron contactar a James. Cuando finalmente lograron localizarle, él desestimó el llamado como una molestia menor en su ocupado día. Para él, negocios y apariencia eran todo, y ya había decidido hace mucho tiempo que su hijo era una causa perdida. Sin embargo, cuando las autoridades comenzaron a investigar, el panorama cambió drásticamente. Los bullies que hacían la vida de Michael un infierno fueron arrestados y llevados a centros de detención juvenil. Al profundizar más, las autoridades comenzaron a darse cuenta del miedo profundo que Michael tenía hacía su padre. James fue detenido bajo cargos de maltrato y violencia intrafamiliar. Las decisiones se tomaron rápidamente: Michael sería puesto bajo custodia protectora tan pronto se recuperara de sus heridas en el hospital. James, enfurecido y desesperado, fue llevado al hospital para presenciar las consecuencias de sus acciones. Cuando vio a su hijo en esa cama, frágil y entre la vida y la muerte, algo en su corazón frío pareció derretirse. Por primera vez, sintió el peso de su crueldad, y una ola de arrepentimiento lo invadió. Suplicó a los oficiales por una segunda oportunidad, prometiendo que cambiaría y que cuidaría de su hijo tal como nunca lo había hecho antes. Los policías, sin embargo, fueron implacables. "Lo sentimos, ya perdió a su hijo. Ahora síganos, lo espera una celda." Roto y desesperado, James se volvió hacia la cama de hospital de Michael. "Nunca estaré en la cárcel ni me quitarán a mi hijo," murmuró para sí. Con una determinación inexorable, noqueó a los policías y se llevó a Michael en una camilla de ruedas. Condujo la ambulancia fuera del hospital con una única misión en mente: mantener a su hijo con vida y comenzar una nueva vida juntos. Mientras abrazaba el cuerpo casi inerte de Michael, James susurró: "Descansa, pequeño. Papá buscará a los mejores médicos para que estés bien. Comenzaremos una nueva vida. Nunca te perderé." La sirena de la ambulancia resonó en la fría noche mientras padre e hijo desaparecían hacia un futuro incierto, pero ahora impulsados por una nueva esperanza, aunque cargada de las sombras del pasado.