"Bloody Redemption"

Era otro día de rutina en la preparatoria; los estudiantes iban y venían por los pasillos, sumergidos en sus propias vidas y problemas. Entre ellos, destacaba Ernesto, el profesor de Educación Física. A sus 34 años, era atractivo, musculoso y extremadamente egocéntrico y narcisista. Sin embargo, su arrogancia y su homofobia lo convertían en una figura temida y odiada por muchos, en particular por Manuel, un nerd huérfano y débil de 16 años que, además, era abiertamente gay. Ernesto disfrutaba haciendo bullying a Manuel. Para él, era una forma de reafirmar su masculinidad y su superioridad. Ese día, a la salida de la escuela, Ernesto fue más lejos de lo habitual. Decidió darle una gran golpiza a Manuel, sin importarle las consecuencias. Sin embargo, cuando la golpiza terminó, algo llamó su atención: un medallón que Manuel llevaba colgado al cuello. Era el mismo medallón que Ernesto había heredado de su madre, un objeto familiar de valor incalculable. Confuso y con un terrible presentimiento, Ernesto decidió investigar un poco más sobre Manuel. Tras indagar en el pasado del joven y con la ayuda de algunas pruebas de ADN, descubrió una verdad que lo descolocó por completo: Manuel era su hijo. La madre de Manuel, una antigua novia de Ernesto, había muerto en un accidente hace varios años, dejándolo a él en un orfanato sin que Ernesto supiera de su existencia. El entrenador sabía que, de alguna manera, esta revelación podía costarle su empleo y, peor aún, enviarlo a la cárcel por la golpiza que le había propinado a Manuel. Así que, en un intento de protegerse y expiar su culpa, Ernesto decidió llevar a Manuel a vivir a su casa y cuidarlo. Los primeros días fueron difíciles. Manuel, aún dolorido y desconfiado, no entendía por qué Ernesto había decidido hacerse cargo de él. Sin embargo, a medida que pasaba el tiempo, Ernesto comenzó a encariñarse con Manuel. Aunque seguía siendo el mismo homofóbico de siempre, Ernesto sintió un amor de padre crecer en su interior, un sentimiento nuevo y desconcertante para él. Pero Ernesto no podía aceptar que su hijo fuera gay. Con todo su dinero, comenzó a buscar centros y terapias para "curar" la homosexualidad de Manuel. Leía sobre tratamientos, conversaba con especialistas en pseudociencias y no le importaba cuánto debía pagar con tal de transformar a su hijo en lo que él consideraba "normal". Manuel, por su parte, comenzó a ver destellos de humanidad en su padre, pero estaba herido y dolido por la falta de aceptación y la insistencia en cambiarlo. En algún punto, Manuel decidió que no podía permitir que Ernesto lo sometiera a un tratamiento que sabía que no funcionaría y que lo haría sufrir aún más. El conflicto entre ambos llegó a un punto crítico cuando Manuel, decidido y firme, le dijo a Ernesto que lo que necesitaba no era ser "curado", sino ser aceptado tal y como era. Ernesto, enfrentado a sus propios prejuicios y sentimientos, se vio obligado a mirar dentro de sí mismo y cuestionar su homofobia. La historia de Ernesto y Manuel no tuvo una resolución fácil ni inmediata. Tomó tiempo y mucho aprendizaje. Ernesto tuvo que enfrentar sus propios demonios y prejuicios, mientras que Manuel le dio a su padre la oportunidad de redimirse. Fue un camino largo lleno de desafíos, pero finalmente, Ernesto comenzó a entender que el verdadero amor de padre no se basa en cambiar a un hijo, sino en apoyarlo y aceptarlo incondicionalmente.